El pasado 20 de julio se cumplieron 50 años de la llegada del hombre a la luna.
Ese día, mientras iba conduciendo, escuché una de las muchas entrevistas que se realizaron para conmemorar el acontecimiento histórico y recordé una charla del escritor, economista y conferenciante internacional Alex Rovira en la que hablaba de ACTITUD POSITIVA en equipos de alto rendimiento donde planteaba la siguiente pregunta:
¿Te imaginas un astronauta pesimista?
¿Cómo te sentirías con una persona pesimista en una misión que pudiera durar meses en el espacio?, con alguien que dijera “Yo creo que esto va a petar”, “esto es imposible”
Esta reflexión sobre el carácter optimista podemos extrapolarla a múltiples ámbitos de nuestra vida: nuestros retos, nuestras relaciones, cómo comunicamos con los demás.
Podemos definir la actitud como esa tendencia que tenemos a reaccionar de cierta manera cuando nos enfrentamos a determinadas situaciones. Las actitudes son hábitos de pensamiento y respuestas emocionales ante un estímulo determinado.
Una actitud positiva sería estar predispuesto a encarar los problemas para intentar resolverlos de la forma más beneficiosa para nosotros y para los demás desde el optimismo y la confianza.
Todo puede cambiarse con la actitud. Puede dar la vuelta a las situaciones, alentar, reconciliar, iluminar cuando nos movemos en la sombra. Una actitud positiva nos ofrece la posibilidad de cambiarnos a nosotros, y al mundo, para bien.
El psiquiatra Viktor Frankl escribió en el libro indispensable “El hombre en busca de sentido”:
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.
La vida se fundamenta en nuestra actitud y podemos elegir que sea de alegría.
¿Por qué nos cuesta tanto aplicarla?
Para Alex Rovira y Francesc Miralles, en su libro “Alegría” los principales obstáculos para la misma son la pereza y el egoísmo.
La actitud es una elección. Elegir desde la generosidad, el agradecimiento y la entrega puede ayudar a mejorar nuestra actitud ante la vida.
Un ejercicio que puede ayudarte es el siguiente:
Piensa en una situación de manera adecuada.
Identifica cuál fue tu actitud
A continuación reescribe la historia con la actitud que te hubiera gustado tener
Haz un plan de acción para desarrollar esa actitud deseada.
Feliz día.