– “¿Sabes la edad que tendré para cuando aprenda a tocar el piano?”
– “La misma que tendrás si no aprendes”
Muchas veces en la vida nos topamos con situaciones complicadas y que no nos queda otra opción que resolver. Y en la mayoría de los casos nos encontramos que no sabemos cómo resolverlas de una manera simple y acertada.
Así también cuando queremos iniciar algo nuevo, o simplemente aprender otras maneras de hacer las cosas, nos encontramos con algunas barreras, “los enemigos del aprendizaje”.
Cada uno de nosotros poseemos determinadas habilidades y dificultades para desarrollar nuestra capacidad de aprendizaje. Así como existen múltiples caminos para pensar, también hay distintos y variados caminos para aprender.
El primer paso para ello es ser conscientes de que aquello que sabemos es finito y limitado y que hay un inmenso universo infinito que podríamos saber.
Por una parte están:
- Las cosas que sabemos que sabemos
- Las cosas que sabemos que no sabemos
Por otra parte está el inmenso universo infinito que podríamos saber, desconocemos y queda excluido de nuestra capacidad de observación. Es lo que llamamos la ceguera cognitiva:
- Las cosas que no sabemos que sabemos. Aquellos aprendizajes que hemos adquirido de manera inconsciente a lo largo de nuestra vida y que a menudo solamente descubrimos cuando nos comparamos con otros. Esta es una primera situación de ceguera cognitiva.
- El universo infinito de cosas que no sabemos que no sabemos. Aquellas cosas que precisamente por situarse allí no producen en nosotros el efecto de abrirnos a su aprendizaje. Esta es una segunda situación de ceguera cognitiva.
Y en este universo infinito y desconocido, si no sabemos que no sabemos algo,
¿Cómo podemos estar dispuestos a aprenderlo?
- Reconociendo el fenómeno general de la ceguera cognitiva y, a partir de ahí, manteniendo una actitud de apertura. Se trata de establecer como observadores una particular curiosidad por lo desconocido, una mayor disposición a sorprendernos, una mirada que acepte que existen espacios que nos son inaccesibles.
- Tomando lo que sabemos con humildad, evitando la soberbia y la arrogancia que se genera en nosotros cuando sólo nos afirmamos en lo que creemos saber y no abrimos espacio para el asombro frente a lo que no sabemos.
- Asumiendo que como seres humanos somos infinitamente ignorantes. Por muy importantes que sean nuestras competencias y nuestros conocimientos, son siempre infinitamente pequeños.
Vivir con estas tres premisas implica vivir con una apertura al aprendizaje muy distinta de aquella que caracteriza a quien antepone lo que sabe frente a lo que no sabe.
“Es sabio quien supone que no sabe” Sócrates
¿Cuáles son los obstáculos que bloquean el aprendizaje?
- La dificultad de admitir nuestra ignorancia. ¡Esto no lo sé!
Evitamos esta declaración porque sentimos que al hacerla mostramos nuestras debilidades, nuestra vulnerabilidad. El temor de reconocer nuestra ignorancia nos conduce a prolongarla, escondemos lo que no sabemos en vez de dejarlo de manifiesto para permitirnos avanzar. - Los juicios que tenemos sobre nosotros mismos o sobre aquello que es materia de aprendizaje. Toda experiencia de aprendizaje representa una entrada a territorios que no nos son familiares. Uno de las causas por las que no nos atrevemos a cruzar el umbral del aprendizaje está en que solemos adoptar tres tipos de juicios limitantes:
- “Esto yo ya lo sé”
Muestra nuestra resistencia a abandonar nuestros supuestos. Queremos mantenernos coherentes y cualquier nuevo suceso amenaza esa coherencia. - “Yo nunca podría aprender esto”
Este tipo de juicios están fundados en una caracterización negativa de cómo somos. A la emocionalidad que resulta de este juicio la llamamos falta de auto-confianza (autoestima). “Dado como soy nunca podré actuar de la manera que me ofrece el aprendizaje”. Supone que el ser precede a la acción y no la relación complementaria de que la acción genera ser. - “Estoy dispuesto a aprender, pero siempre que se me enseñe de tal o cual forma”
Como si al estar aprendiendo supiéramos la mejor forma de enseñar aquello que no sabemos.
- “Esto yo ya lo sé”
- Las disposiciones emocionales que no nos permiten abrirnos al proceso de aprendizaje.
- La arrogancia. “Conozco todo lo que está ahí para ser conocido y nada ni nadie a mi alrededor representa para mí una posibilidad de aprender algo nuevo”. Para aprender debemos toma conciencia y gestionar este estado emocional.
- Confusión, perplejidad y asombro
- Confusión. Esta emoción se arraiga cuando tenemos miedo a perder nuestras coherencias pasadas
- Perplejidad. Nos movemos entre el riesgo de perder parte de nuestras coherencias pasadas y el reconocimiento de las nuevas posibilidades. No sabemos qué es mejor, estamos a la espera.
- Asombro. Visualizamos lo nuevo como la expansión de lo que será posible en el futuro. “Aunque todavía no lo entiendo, esto me gusta”.
- La resignación y el aburrimiento
“¿Para qué?” “¿Qué se obtiene con esto?” “Esto no conduce a nada”. Las cosas suceden como si no pasara nada. Todo parece dar lo mismo para una persona aburrida. Lo que para otros es posible no lo es para el resignado, no ve las posibilidades que otros observan.
- El miedo.
El proceso de aprendizaje no es un proceso de igualdad entre el “aprendiz” y el “maestro”, es una relación de poder. El primero muestra su vulnerabilidad y su miedo cuando se abre al aprendizaje; por ello, el proceso de aprendizaje no puede ir ligado a una experiencia de indignidad o falta de respeto por aquel que está aprendiendo por parte de quien detenta la autoridad.
El coaching ontológico nos acompaña a tomar conciencia, explorar y cambiar estas barreras que dificultan nuestro aprendizaje. Un aprendizaje que transforma nuestra ceguera cognitiva permitiendo que tengamos nuevas posibilidades de acción.