Este semestre en que estoy realizando una formación en la que acompaño a adolescentes entre 12 y 16 años en su desarrollo personal, estoy observando y conociendo más de cerca los desafíos a los que se enfrentan cada día.
Los retos de la escuela, con el progresivo aumento de la exigencia, los efectos de la pubertad, los aspectos sexuales (atracción, identidad sexual, impulsividad…), la impulsividad relacionada con comportamientos violentos, etc., hace que en esta etapa se vivan emociones muy intensas que, a veces, pueden producir comportamientos inmaduros o incluso de riesgo.
La adolescencia es una etapa llena de nuevas formas de percibir la vida, de interactuar con otros, de experimentar el cuerpo, de tomar decisiones y de aceptar responsabilidades caracterizada por ser un periodo de crisis emocionales.
Algunas características de las conductas adolescentes son las siguientes:
1. Búsqueda de la novedad y la gratificación. Los adolescentes eligen opciones de gratificación amplificada atraídos por experiencias gratificantes y sensaciones estimulantes con recompensas elevadas a corto plazo, pero con altos costes a largo plazo (consumo de alcohol y drogas, atracones, comportamientos de riesgo, vandalismo, violencia…).
Este aumento en la necesidad de gratificación se manifiesta de tres maneras:
- Aumento de la impulsividad. Se pasa a la acción sin una reflexión previa.
- Aumento de la susceptibilidad a la adicción. Los comportamientos y sustancias adictivos suponen una intensa liberación de dopamina (aumentando la sensación de “estar vivos”)
- Sesgo positivo. Aunque los adolescentes son conscientes de los riesgos de algunas conductas (en ocasiones hasta sobrevaloran la posibilidad de que pase algo malo; por ejemplo, cuando se enfrentan a una pelea), dan más valor a los emocionantes beneficios de estas que a los riesgos. El cerebro da más peso al resultado positivo que a las posibles consecuencias negativas. Los pros pesan mucho más que los contras y los riesgos parece que merecen la pena.
2. Intensa implicación social con los iguales. El proceso colectivo que se produce al estar con los amigos, el formar parte de la tribu y la aceptación hacen que aumente el impulso de asumir riesgos, la impulsividad y la novedad.
3. Aumento de la intensidad emocional. La emoción intensa puede tomar las riendas y provocar impulsividad, cambios de humor y una reacción excesiva, a veces poco aconsejable.
4. La exploración creativa con un sentido ampliado de la conciencia. La búsqueda del significado de la vida puede conducir a los adolescentes a una crisis de identidad, a la vulnerabilidad frente a la presión de los iguales y a la falta de dirección y propósito.
Estas características de la conducta no solamente tienen las desventajas expuestas, sino que conllevan una serie de ventajas que preparan a los adolescentes para la vida adulta:
1. El interés por buscar la novedad aumenta la predisposición al cambio, a vivir apasionadamente, a inventar nuevas formas de hacer las cosas y vivir con sed de aventura.
2. El impulso de conexión social lleva a la creación de relaciones de apoyo que son el mejor indicador de bienestar, longevidad y felicidad a lo largo de nuestra vida.
3. La vida vivida con intensidad emocional nos llena de energía y de impulso vital que confieren el entusiasmo por sentirse vivos.
4. La exploración creativa nos prepara para superar los baches de la vida adulta si a través de la misma conseguimos nuevas de conciencia con el pensamiento, la imaginación y la percepción del mundo.
El profesor de psiquiatría, autor y conferenciante Daniel J. Siegel, en su libro “Tormenta cerebral” nos dice que lo que les pasa a los adolescentes es al mismo tiempo un reto y un don.
Los cambios cerebrales en la adolescencia ofrecen al mismo tiempo riesgos y oportunidades.
Conocer cómo navegar las aguas de la adolescencia, como jóvenes en proceso de cambio o como adultos que caminan a su lado, puede ayudarnos a guiar el barco de nuestra vida a lugares traicioneros o a emocionantes aventuras. La decisión es nuestra.
¿Qué podemos hacer los adultos para acompañar a los adolescentes en esta etapa llena de nuevas formas de percibir la vida, interacción con otros, experimentación del cuerpo, toma de decisiones y asunción de responsabilidades?
Los padres y educadores con mucha frecuencia deseamos ayudar a las personas que amamos a solucionar sus problemas. Queremos enseñarles cómo resolver sus dilemas, solventar sus conflictos o librarse de emociones dolorosas y sin ser conscientes utilizamos métodos como las advertencias, las órdenes, las comparaciones, las profecías, los sermones… que no nos dan los resultaods esperados.
Lo que más necesitan los adolescentes es “sentirse sentidos” y conectados con nosotros; sencillamente que les ofrezcamos nuestra presencia.
Estar presente significa estar abiertos a lo que les pasa. La presencia implica ser consciente de lo que está ocurriendo, tal y como está ocurriendo, ser receptivo a nuestro propio mar mental y sintonizar con la vida interior del adolescente.
Comprenderles no significa seguir la corriente de cualquier idea o plan; significa empezar por conectar y después valorar juntos los pasos que el adolescente podría dar para sentirse seguro al afrontar sus retos.
Conectar con ellos significa ejercer un papel en la comunicación en cada momento. Estar abiertos a lo que sucede más allá de las expectativas que nos hayamos creado sobre lo que “debería” suceder. Sentirse vistos y aceptados tal como son hace que se sientan bien consigo mismos y les ayuda a tener una mente resistente.
Conectemos con nuestros adolescentes desde la curiosidad, la apertura, la aceptación y el amor. Seamos un mar de inspiración, gratitud y serenidad en esa tormenta tan fascinante y perturbadora de su adolescencia por la que están navegando.
Feliz día