¿A cuántas cosas has tenido que renunciar por falta de confianza?

La mente humana es un órgano de solución de problemas: detecta necesidades, analiza situaciones, predice resultados y sugiere vías de acción. Sin embargo, esta capacidad que nos puede llevar al éxito puede ser también una fuente de sufrimiento cuando nos preocupamos por el futuro, nos anclamos a fallos del pasado o nos sentimos abrumados por nuestros temores y dudas.

A la largo de nuestra vida se nos presentan oportunidades, cambios y retos que no afrontamos por miedo (al fracaso, al rechazo, al ridículo o dudas sobre nosotros mismos, entre otros). Muchas personas nos quedamos atrapadas cuando el miedo hace su aparición en el curso de nuestros sueños y ambiciones.  Nos decimos: “No podré alcanzar mis metas, mis sueños y mis objetivos mientras no consiga tener la suficiente confianza”.

Ante estas oportunidades, posponemos nuestra toma de decisiones pensando que cuando tengamos una mayor confianza en nosotros mismos, ya será el momento de actuar.

¿Por qué nos falta confianza?

El médico de familia y experto en confianza Russ Harris, en su libro “Cuestión de confianza”, nos dice que no hay nadie que no haya tenido confianza al menos en algo en su vida. Las personas hacemos a diario muchas cosas con plena confianza: utilizar el cuchillo y el tenedor, lavarnos los dientes, abrir y cerrar puertas, bajar o subir escaleras… Son cosas que hemos hecho durante tanto tiempo que las damos por sentadas. Por ello, no nos falta confianza en todo, sino que perdemos confianza en áreas específicas de la vida. Esto ocurre debido principalmente a cinco razones que provocan:

  1. Expectativas demasiado elevadas:Tener una mente que nunca se siente satisfecha y que cada vez nos exige más, lo que suele conocerse como “perfeccionismo”. Con unas expectativas desmedidas nuestra mente siempre encuentra alguna falta y vuelve a la carga.
  2. Juzgarse uno mismo con excesiva severidad: La mente humana no es naturalmente positiva, tiene una tendencia natural a juzgar y criticar, a encontrar lo negativo y predecir lo peor, a preocuparse por el futuro y recordar el pasado, a pedir más.
  3. Preocuparse por el miedo: Todos tenemos nuestros miedos íntimos (al fracaso, al rechazo, al ridículo, a cometer errores, a perder el tiempo); sin embargo, vivir con estos miedos no afecta a la confianza. Lo que afecta a la confianza es no aprender a convivir con estos miedos, reconcomernos con ellos, preocuparnos por ellos y no aceptarlos. Es conveniente que, en vez de preocuparnos, los reconozcamos, los nombremos y los gestionemos a través de la acción consciente.
  4. Falta de experiencia: Si hemos tenido poca o ninguna experiencia en algo, no podemos esperar sentirnos confiados en ese asunto. Puedo ser un excelente actor, pero si nunca he tenido la experiencia de actuar ante un público, la primera vez que lo haga es muy probable que sienta miedo.
  5. Falta de habilidades: Solamente a través de la práctica puedo empezar a sentir confianza. Es el orden natural de las cosas.

Además de estas razones, vemos la confianza como una meta a alcanzar en nuestra vida que nos ayudará a realizar los cambios que queremos. Sin embargo, la confianza no es un fin en sí misma, un resultado deseado que en el momento que lo alcancemos podremos tachar de nuestra lista como “conseguido”.

La confianza es un valor que no puede tacharse de nuestra lista como “cumplido”. Los valores siempre están en marcha, son aquello que simboliza nuestras vidas y nos indican qué rasgos de nuestro carácter queremos cultivar. Son la brújula que nos sirve de orientación para nuestro viaje; sin embargo, la brújula no nos libra de la realización del viaje.

El viaje empieza cuando empiezas a ponerte en marcha, cuando tomas acción. Es desde la acción donde vamos a conseguir la confianza que necesitamos. Para Russ Harris, ésta es la Regla número uno de la confianza:

“Los actos de confianza son lo primero. La confianza viene después”

Para comprender esta regla, es importante distinguir dos definiciones de confianza:

  1. Una sensación de certeza y seguridad
  2. Un acto de fe o de entrega

La primera definición, más extendida, es la que la mayoría de la gente concebimos como confianza. La sensación de mantenernos tranquilos, serenos, sin miedo ni dudas, sin ansiedad, con ausencia de pensamientos negativos.

La segunda definición, empleada con mucha menos frecuencia, es que la confianza no es una sensación, sino un acto de fe o entrega. Sucede cuando nos apoyamos en alguien- o en nosotros mismos – sin tener la certeza o la seguridad absoluta de algo. Por ejemplo, es la confianza que depositaríamos en un neurocirujano para que nos operara de un tumor cerebral, aunque tuviéramos miedo e incertidumbre sobre los posibles riesgos. Confiar sería creer.

Desde esta confianza, desde el creer, iniciamos lo que se denomina el ciclo de la confianza, cuatro pasos que nos ayudarán a andar el camino hacia nuestras metas sintiéndonos cada vez más seguros:

  • Practicar las habilidades necesarias. Si quieres ser un buen ciclista tienes que practicar saliendo en bicicleta.
  • Aplicarlas con eficacia. No solamente tenemos que practicar, sino que tenemos que esforzarnos por salir de nuestra zona de seguridad y colocarnos en la vida real. Para ser un buen ciclista vas aumentando de forma gradual tus retos, durante más tiempo, a mayor velocidad, con más resistencia, etc.
  • Valorar los resultados.Después de aplicar las habilidades tenemos que evaluar de forma sincera y con una crítica constructiva (no despiadada): ¿Qué funcionó? ¿Qué no funcionó? ¿Qué podría hacer distinto la próxima vez?
  • Introducir los cambios o modificaciones necesarios. En función de los resultados obtenidos podemos modificar lo que no está funcionando o seguir haciendo lo que estaba bien.

Recuerda, “Los actos de confianza son lo primero. La confianza viene después”. Ponte en marcha. Actúa

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